En segundo lugar, siempre está el peligro de apelar demasiado a Satanás y los demonios, para excusar el mal que nosotros hacemos. La débil naturaleza humana cae rápido en la tentación de negar nuestra responsabilidad, cuando hacemos cosas o tenemos actitudes que no debiéramos. Ya que a nosotros nos parece que la culpa de todo siempre la tienen los otros. La Escritura nos evita caer en esa trampa, al insistir en la responsabilidad individual por nuestra conducta. Uno no puede menos que sospechar,
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